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G. Lagos, 2010, El Cobre en el Ambiente, vol VII, Foro en Economía de Minerales, Ediciones Universidad Católica, Minerales y Combustibles, Enfoques de Mercado, pp. 195-247. (2010)

El Cobre en el Ambiente

Revista : Foro en Economía de Minerales
Volumen : VII
Páginas : 195-247
Tipo de publicación : Otros

Abstract

Si bien el cobre tiene cerca de 9 mil años de uso por el hombre, sigue siendo uno de los metales más usados en el mundo. Ello se debe en buena parte, pero no únicamente, a que sus propiedades como conductor eléctrico y para transmitir el calor no han sido desplazadas por otros materiales.

La estagnación de la intensidad de uso del cobre a nivel global a partir de 1993, incluso en el contexto del gran crecimiento económico Chino y cuando se esperaba que este indicador revirtiera su tendencia hacia una fuerte crecimiento, introduce una duda razonable sobre la robustez del futuro crecimiento de la demanda de cobre en el siglo XXI.

El cobre que hay en el mundo es el mismo que había hace 9 mil años, cuando este metal comenzó a usarse. El cobre no puede ser consumido, sólo transformado y movilizado. También puede ser retornado a su estado original sin que pierda sus propiedades. De acuerdo a las estimaciones, habría más de mil millones de trillones de toneladas de cobre en la corteza terrestre, lo que a un ritmo de crecimiento cero, alcanzaría para 100 millones de años de uso sin considerar reciclaje. El resto del inventario de cobre en 2008 estaba distribuido, en las reservas económicamente explotables (550 millones de toneladas (MT)), en uso (287 MT), y en botaderos industriales y domiciliarios (303 MT). Excluimos de esta contabilidad al cobre en el aire y en el agua.

En términos del aporte de fuentes naturales al cobre que circula por el medio ambiente, fuera de los mercados, estas fueron estimadas por Nriagu en 35 mil toneladas en 1989. No se encontró datos más completos que estos. El aporte antropogénico al medio ambiente sería, estimativamente, unas 78 mil toneladas de cobre por año, a pesar que esta estimación es la suma de estimaciones de 1989, 2004 y 2007. De este total 38 mil son emisiones al aire, 37 mil toneladas al agua, y 4 mil es la excreción, en orina y feca, anual de cobre por parte de los seres humanos. No encontramos estimaciones para las emisiones de cobre a cursos de agua a partir de explotaciones mineras, y de otras instalaciones industriales. Se excluye también el cobre movilizado en alimentos y el cobre excretado por la fauna.

La decisión de la OMS en 1993 de colocar al cobre en una lista de sustancias en el agua potable con efectos en la salud representó una amenaza considerable para los usos del cobre. Sin embargo esto dio origen a la decisión de la Organización Internacional del Cobre, ICA y del Gobierno de Chile de iniciar un programa de investigaciones a nivel global dirigido a generar evidencia científica para clarificar el efecto del cobre en el agua potable sobre la salud de las personas. Este programa llevó a la creación de la Universidad del Cobre, una universidad global virtual, con unos 200 a 300 científicos de excelencia, los que con sus investigaciones no sólo dieron respuesta a las preguntas de la OMS de 1993 sino que además impulsaron a la OMS a declarar el cobre como elemento esencial en 2002, a crear el modelo de Ligando Biótico, aceptado por la Agencia de Protección Ambiental de los EEUU (EPA) en 2007 para regular al cobre en cuanto a sus efectos en organismos acuáticos, y a la aceptación, también en 2007, por parte de esta misma agencia, del cobre como material bactericida en una variedad de productos.

No sólo se revirtió la situación generada por la OMS en 1993 sino que se crearon importantes oportunidades para el cobre en los mercados. Tras estos desarrollos el cobre quedó en una posición inmejorable como elemento que conduce la electricidad y el calor, elemento esencial para la vida, y como elemento que además protege la vida contra las infecciones.