[Columna de opinión] El Sol, un recurso estratégico para Chile
Nuestro país posee uno de los mayores potenciales solares del planeta. El Desierto de Atacama registra niveles de irradiancia que superan los 2.800 kWh/m² al año, muy por encima del promedio mundial (1.800 kWh/m²/año). Esta condición convierte a la zona en un laboratorio natural ideal para el desarrollo y despliegue de tecnologías solares de vanguardia.
Nuestro país posee uno de los mayores potenciales solares del planeta. El Desierto de Atacama registra niveles de irradiancia que superan los 2.800 kWh/m² al año, muy por encima del promedio mundial (1.800 kWh/m²/año). Esta condición convierte a la zona en un laboratorio natural ideal para el desarrollo y despliegue de tecnologías solares de vanguardia. Para dimensionar su magnitud: con paneles solares en solo el 45 % del Desierto de Atacama, sería posible abastecer la demanda energética de toda América, incluyendo Estados Unidos y Canadá.
En la última década, Chile ha protagonizado una transformación profunda en su matriz eléctrica. En 2014, la participación de la energía solar era marginal, con menos del 1 % de la capacidad instalada. En 2024, más del 30 % de la potencia instalada corresponde a energía solar fotovoltaica, y el 22–23 % de la electricidad total generada proviene del sol. Esto posiciona al país entre los líderes mundiales en generación solar.
En este sentido, el desarrollo de tecnologías asociadas a la energía solar —ya sea fotovoltaica o termosolar— no solo responde al desafío de la descarbonización, sino que representa una oportunidad estratégica de desarrollo para Chile.
A diferencia de otras fuentes, la energía solar no depende de combustibles importados, lo que fortalece la seguridad energética y reduce la exposición a inestabilidades de mercados externos. Además, el continuo descenso en los costos de generación ha convertido a la energía solar en una de las fuentes más competitivas del mercado.
El verdadero potencial de la energía solar en Chile radica en su capacidad de habilitar múltiples transiciones, como son impulsar el desarrollo de nuevos sectores industriales, atraer nuevas demandas energéticas, tener un precio competitivo de energía eléctrica que incentive la electrificación de sectores intensivos en emisiones, y convertir al país en un polo de exportación de energía limpia.
Pese a los avances, aún existen desafíos estructurales que deben ser abordados de manera rápida, como la incorporación de almacenamiento energético. El despliegue masivo de baterías y otras tecnologías de almacenamiento es esencial para mejorar la resiliencia de la red eléctrica, compensar la variabilidad solar y permitir una mayor penetración renovable en la matriz. Se requieren mejores incentivos, tanto para soluciones industriales como domiciliarias, que promuevan la adopción de estas tecnologías a gran escala.
Otro desafío es la capacidad de transmisión eléctrica. La generación solar en el norte del país muchas veces no puede ser aprovechada en su totalidad debido a la congestión de las líneas de transmisión. Sin una expansión coordinada y anticipada de la infraestructura de transmisión, gran parte del potencial solar de Chile se pierde. Este cuello de botella limita inversiones y reduce la eficiencia del sistema.
Lo anterior demanda una planificación territorial más ágil, junto con una gobernanza técnica que acelere las obras de transmisión estratégica. Este mismo problema se extrapola a la posibilidad de vender energía a países dentro del continente, lo que permitiría posicionar a Chile como una potencia energética.
Columna de opinión escrita por: Félix Rojas, profesor de Ingeniería Eléctrica UC e investigador del Centro de Energía UC.