¿Están nuestras construcciones preparadas para tornados? Lecciones desde Puerto Varas

El reciente tornado en Puerto Varas reabre la discusión sobre cómo diseñamos y construimos viviendas frente a amenazas climáticas extremas. El académico UC Diego Valdivieso analiza por qué el problema no está en el material, sino en el diseño, y entrega recomendaciones clave para lograr construcciones más resilientes en contextos de cambio climático.

Tornado en Puerto Varas: ¿están nuestras construcciones preparadas para estos eventos? 

El domingo 25 de mayo, un inusual fenómeno meteorológico impactó la ciudad de Puerto Varas: un tornado que dejó cerca de 250 viviendas afectadas.
Este tipo de eventos, conocidos como amenazas hidrometeorológicas, son poco frecuentes en Chile, pero han captado la atención pública en los últimos años debido a casos recientes, como el tornado ocurrido en 2019 en la ciudad de Los Ángeles. Estos hechos nos obligan a repensar nuestras formas de construir y prepararnos ante desastres. Así lo advierte el profesor Diego Valdivieso, académico del Departamento de Ingeniería y Gestión de la Construcción y del Departamento de Ingeniería Estructural y Geotecnica, además de investigador del Centro UC de Innovación en Madera CENAMAD y del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres CIGIDEN.

En una reflexión compartida con nuestra comunidad, el académico analiza los desafíos que plantean estos fenómenos extremos y cómo la ingeniería, la educación y el diseño urbano pueden ser claves para mitigar sus efectos.

Comprender la amenaza: la escala Fujita mejorada 

El tornado ocurrido en Puerto Varas forma parte de una categoría de fenómenos que, según Valdivieso, podrían volverse más comunes fuera de la temporada habitual de tornados en Chile debido al aumento de las temperaturas. Esto podría traducirse en una mayor actividad tornádica en épocas del año en las que la población no está preparada para enfrentar estos eventos. Sin embargo, aún no hay consenso sobre si los tornados serán más o menos frecuentes durante la temporada tradicional de clima severo. Para entender su  Intensidad, propone familiarizarnos con la escala Fujita mejorada, un sistema que clasifica los tornados en una escala de F0 a F5, según la velocidad del viento y el daño que pueden causar. Esta escala permite estimar el impacto de un tornado no solo por sus características físicas, sino también por los daños que provoca en diferentes tipos de estructuras.

“Desde ahora tenemos que acostumbrarnos a que, siempre que se nos informe de este tipo de amenazas de origen natural, vamos a estar conversando de esta escala”, explica el investigador.

La educación: una herramienta para resistir mejor 

En Chile, existe una cultura sísmica bien desarrollada: la ciudadanía sabe cómo actuar y las estructuras se diseñan para resistir terremotos. Sin embargo, esto no se replica frente a amenazas de origen climático.

 “Conforme avanza el cambio climático, debemos entender que nuestras estructuras están emplazadas en un entorno de múltiples amenazas. A la base está el terremoto, que conocemos bien, pero también existen amenazas hidrometeorológicas y climatológicas, como inundaciones, tornados, trombas marinas, sequías e incendios forestales, entre otros, que debemos aprender a considerar”, advierte el académico. 

Valdivieso enfatiza que la educación es fundamental: tanto para los profesionales que diseñan y construyen viviendas como para las comunidades que habitan en zonas vulnerables. Comprender el riesgo y saber cómo responder puede marcar la diferencia. 

Madera resistente al viento: el diseño es la clave, no el material 

Una de las ideas más importantes que destaca el académico es que el daño en Puerto Varas no se debe a que las viviendas fueran de madera.

Ese es un prejuicio muy común, pero totalmente errado. En Estados Unidos, existen estructuras de madera que, si están adecuadamente diseñadas y construidas según estándares modernos, pueden resistir tornados de categoría F2, por ejemplo. Esto se logra mediante un enfoque estructural orientado a enfrentar cargas extremas, de forma similar a como en Chile diseñamos nuestras edificaciones para resistir los efectos de los terremotos. Además, se aplican rigurosamente normativas como el código ASCE 7, que establece las solicitaciones mínimas de diseño frente a viento, sismo y otras amenazas naturales. Investigaciones recientes sobre el impacto de los tornados en estructuras han permitido actualizar y reforzar estos requisitos, promoviendo así un mejor desempeño estructural frente a eventos severos., explica. 

Valdivieso enfatiza que la educación es fundamental: tanto para los profesionales que diseñan y construyen viviendas como para las comunidades que habitan en zonas vulnerables. Comprender el riesgo y saber cómo responder puede marcar la diferencia. 

El problema, en parte, radica en fallas de diseño y detallamiento constructivo: techos mal conectados a los muros, fijaciones insuficientes, uniones débiles o geometrías desfavorable frente al viento.

“Si solo nos enfocamos en fijar mejor las planchas de zinc al techo, pero descuidamos el refuerzo de las uniones entre el techo y los muros, o entre los muros y las fundaciones, la falla estructural podría ocurrir de todas formas. Esto se debe a que la resistencia frente a eventos extremos, como tornados o vientos fuertes, requiere un enfoque integral del sistema estructural de la vivienda, donde todos los componentes estructurales trabajen de forma integrada y continua para transmitir las cargas hasta el suelo de manera segura., advierte. 

¿Qué podemos hacer hoy? 

El académico plantea que es fundamental tomar decisiones dentro de nuestras viviendas para enfrentar de mejor forma eventos futuros. En particular, reconstruir las casas afectadas con un enfoque que considere la calidad de las uniones, el tipo de fijaciones, y la geometría estructural, puede marcar una gran diferencia. 

Por ejemplo, explica que los techos a dos aguas son menos eficientes que los de cuatro aguas, ya que sus superficies enfrentan directamente el viento, generando mayores presiones. En cambio, los techos a cuatro aguas desvían mejor el flujo del viento y distribuyen las cargas de forma más eficiente.

“Hay configuraciones geométricas que permiten que el viento impacte de mejor forma sobre la estructura, reduciendo el riesgo de daño”, señala.

Recomendaciones prácticas para reforzar viviendas 

Basado en su experiencia en estudios sobre viviendas expuestas a huracanes en Puerto Rico, el académico sugiere medidas prácticas y alcanzables para mejorar la resistencia de las casas, especialmente aquellas de construcción informal: 

    • Reforzar las uniones entre elementos: usar tornillos en lugar de clavos para fijar las planchas de zinc, con menor separación entre los puntos de fijación, y asegurar la continuidad estructural entre techo, muros y fundaciones. 
    • Evaluar la geometría del techo: techos de cuatro aguas ofrecen mejor desempeño ante vientos que techos a dos aguas. 
    • Retirar elementos sueltos del entorno inmediato, como muebles de patio o techumbres mal sujetas, y revisar el estado del arbolado cercano, podando o eliminando aquellos ejemplares que puedan representar un riesgo. Todos estos elementos pueden convertirse en proyectiles peligrosos durante eventos de viento intenso. 
    • Incorporar tensores temporales en techos, que son elementos que cruzan el techo en forma diagonal para evitar que se levante con el viento. Esta es una técnica habitual en zonas expuestas a huracanes como Puerto Rico. 
    • Diseñar pensando en la resiliencia: priorizar soluciones que no solo eviten colapsos, sino que permitan mantener la habitabilidad tras el evento y protejan la vida de las personas. 
Una normativa que debe adaptarse 

Finalmente, el académico plantea que el país debe avanzar en una discusión sobre posibles ajustes normativos, considerando que nuestras comunidades están expuestas a múltiples amenazas naturales.

“Más allá de aumentar las velocidades de viento de diseño en ciertas zonas, es clave desarrollar mapas de amenaza que consideren eventos extremos como tornados y establecer lineamientos claros para fortalecer la resiliencia estructural y comunitaria frente a este tipo de fenómenos y otros riesgos asociados”, señala.

Y concluye con una reflexión clave:

“Una construcción resiliente no solo debe sobrevivir al evento. Debe permitir que, al día siguiente, las personas puedan seguir con su vida: que los niños vayan al colegio, que las familias puedan comprar comida. Esa es la verdadera resiliencia”. 

¿Quieres saber más? 

El académico desarrolla estas ideas en un reciente artículo publicado en International Journal of Disaster Risk Reduction, donde analiza estrategias de refuerzo para construcciones informales expuestas a huracanes en Puerto Rico. Puedes leerlo aquí. 

Al momento del desarrollo de esta nota, el tornado de Puerto Varas ha sido clasificado preliminarmente entre las categorías EF1 y EF2, según la escala Fujita mejorada. Esta clasificación está sujeta a modificación conforme se recopile y analice más información sobre los daños. 

PhD Diego Valdivieso / Profesor asistente Departamento de Ingeniería y Gestión de la Construcción y Departamento de Ingeniería Estructural y Geotécnica, investigador CENAMAD y CIGIDEN.